Me han quitado las sábanas. Las sábanas verdes que tenían tu olor ya no están.
Sigo durmiendo en tu cama, pero ya no te siento como antes. Aunque te oí respirar anoche, te oí, estoy segura de que fuiste tú el que respiraba. Al igual que en mitad de la soledad del salón te oí ir al baño con tu bastón de madera. Lo tengo al lado, tengo al lado tu bastón y no puedo dejar de mirarlo. Estoy segura de que él también te echa de menos.
No quiero hacer vida normal. No quiero porque no va a ser normal. ¿Cómo va a ser normal sin ti? ¿Quién me recibirá cuando llegue del instituto, sentado en la parte derecha del sofá? ¿Cómo voy a poder vivir normal sin poder poner tu cubierto y tu vaso en la mesa? ¿Cómo va a ser mi vida normal cuando vea tu bastón solitario apoyado en un rincón sin que nadie lo utilice? ¿Qué voy a pensar cuando vea un plato de puré de verduras? ¿Cómo voy a reaccionar cuando, antes de quedarme dormida susurre "abu" inconscientemente como sucedió anoche? ¿Voy a llorar cada vez que vea un hombre de tu edad en misa como hice ayer? ¿Esto es vida normal? ¿O sólo a alcanzaré cuando me olvide de tu existencia? ¿Alguien piensa de verdad que yo quiero eso? ¿No es más lógico preferir el sufrimiento al olvido?
A esto, papá, a esto se le suma la soledad a la que me han sometido mis propios amigos. Tú conoces a muchos de los que me están ofreciendo su indiferencia y te sorprenderían, sé que te sorprenderían. Los del pueblo son los que mejor se portan. Te gustaría ver cómo me distraen, los conoces a todos muy bien, muchos son primos terceros o cuartos. Sonreirías al verlo, papá.
Me siento estúpida al escribir todo esto pero me alivia tantísimo que aguanto más tiempo sin llorar delante de mamá. Sé que no la gusta verme llorar y si me ve, llora ella también. Y ella es parte de ti. Y te echa mucho de menos.
Te echa de menos tanto como yo.